Gerson Lázaro

El caso Robert M.T

El caso Robert M.T

Cuando abrió los ojos solo vió color blanco a su alrededor: las paredes, el techo, la luz y las personas. No tardó mucho en entender que estaba en una clínica ¿Pero por qué? No recordaba cómo había llegado ahí. Lo único que recordaba era… de hecho nada. Todo en su mente estaba tan blanco como la habitación: su nombre, su edad, su profesión; no podía recordar ni un solo detalle de su vida. Entró en desesperación. Intentó ponerse de pie pero dos cosas lo detuvieron: Primero el dolor que experimentó al moverse. Segundo las esposas que sujetaban su muñeca derecha a la camilla. Gritó enloquecido y se movió con tal fuerza que los médicos decidieron aplicar un calmante. Cuando despertó horas después todo se repitió. Y así 6 veces más.

En la séptima ocasión se encontró más tranquilo. Fue la primera vez que notó que no todo era blanco: un hombre de azul se encontraba en la puerta vigilando. Un policía. Sin memoria, detenido y vigilado; su panorama era terrible y confuso. La desesperación volvió mentalmente pero su cuerpo no le respondió cuando intentó moverse. Eso lo desesperó aún más. El enfermero más cercano le habló:

No intente moverse, su cuerpo tiene múltiples traumatismos. Tiene suerte de seguir con vida y estar consciente. ¿Me podría indicar su nombre?

No lo recuerdo — respondió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.

La médica se acercó al verlo despierto y alumbró sus ojos con una linterna.

¿Recuerda cómo llegó aquí?

No.

¿Y cómo terminó en este estado?

No.

¿Qué es lo último que recuerda?

Nada — cada respuesta sonaba más desesperada y suplicante que la anterior — No recuerdo nada.

Lo lamento — hubo una mirada entre el enfermero y la médica. Finalmente le explicó su situación — La policía lo trajo hasta aquí. Según nos han indicado, usted mató a alguien e intentó suicidarse. El resto de la información es confidencial y se la indicará el juez en su momento. Por ahora hemos estado usando el nombre Robert M.T. en sus trámites como un nombre temporal hasta que conozcamos su nombre real.

Sin memoria, detenido, vigilado y asesino. No recordaba nada pero no podía creerlo. Lloró por días que parecieron ser años. Dolía tanto el cuerpo como el alma. Necesitó 6 días para volver a caminar con mucha lentitud, muletas y con el acompañamiento siempre del policía. No recordaba nada de su antigua vida pero había aprendido rápidamente nuevas sensaciones como el miedo, la depresión y la ansiedad.

La recuperación avanzó rápido. Para el día 15 sus movimientos eran más fluidos y el dolor había cedido. Tenía un brazo inmovilizado y múltiples moretones pero estaba mucho mejor. El policía lo liberó de las esposas para su sesión de fisioterapia y su posterior ida al baño como todos los días. Al entrar al baño decidió escapar.

No podía responder en un juicio sin recordar absolutamente nada, sin saber si era inocente o culpable y sin tener quien lo defendiera. Había aprendido que el baño tenía una ventana que daba al exterior. Estaba al parecer en un tercer piso y el edificio tenía un saliente por el que podría caminar a la ventana contigua, entrar de nuevo y sin la supervisión policial intentar salir sin llamar la atención. Entre el ajetreo de aquella clínica era bastante posible. Lo intentó y casi lo estaba logrando cuando golpeó fuertemente el techo con su brazo inmovilizado. El policía abrió la puerta y lo encontró del otro lado de la ventana. Corrió hacia él y lo retuvo desde el interior del baño.

Hubo un forcejeo en el que Robert descubrió tener más fuerza de la que pensaba. Mucha más. En su intento por soltarse del policía agarró su brazo con tal agilidad que lo sacó por la ventana. La víctima aterrada no encontró nada más para agarrarse que el cuello de Robert y en un instante ambos cayeron. El hombre vestido de uniforme azul murió en el acto. El otro, con bata blanca de clínica quedó tendido inconsciente sobre la acera.

Pasaron varios días de inconsciencia. Cuando abrió los ojos solo vió color blanco a su alrededor. No recordaba cómo había llegado ahí. Lo único que recordaba era… de hecho nada. Unas esposas lo retenían en la camilla por su mano derecha mientras un policía lo vigilaba desde la puerta. Según le indicó una médica, había matado a alguien y había intentado suicidarse.

La foto que acompaña este artículo fue compartida por Marcelo Leal en Unsplash.

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